La propuesta gastronómica de Tigre es tan contundente como la identificación que traduce el espacio.
Sin dudas, y más allá de las oportunas definiciones de su autora intelectual, la mismísima Deborah De Corral, Tigre es un bistró elevado con guiños argentinos y americanos.
Y esto va más allá de la Estrella Michelín que ostenta con orgullo. Deborah, y sus socios Eduardo Suarez y Marcos Chantrés, lograron la alquimia esperada: Tigre es excelente cocina fresca y sofisticada para el verano cuasi eterno de la latitud donde se encuentra; pleno Miami, en el creciente barrio de Little River.

Con el gusto a nostalgia en su nombre, indicando la ciudad de dónde Deborah es oriunda, en el delta del Rio Paraná en Argentina, Tigre es mucho más que una quimera gastronómica; en un deliberado canto al placer de compartir.
Deborah sonríe, hace un ademán como si se fuese a acomodar el cabello, como si lo necesitase:
– La carta está diseñada por mi – sentencia – cambia por lo menos tres veces en el año – afirma con la convicción de quién no sólo cerró una idea, sino quien la ejerce con éxito – esto es porque si no me aburro – y rompe en risas.
La artista multitasking, hoy además devenida en exitosa chef de mesas creativas, le suma un claro sustento a lo que dice
– Me preocupo mucho por los platos de estación. Obviamente también tenemos clásicos de Tigre, como nuestra milanesa relativamente ahumada, la costilla entera o el mítico flan con dulce de leche, todas esas cosas quedan en la carta sea cual sea la estación, pero voy sumando otras… – afirma

Me acerco a una de las mesas. Veo, un sándwich de chorizo bastante particular: aparentemente un choripán con el embutido cortado en rodajas junto a vegetales varios; una rareza que seduce con su impronta, aroma y color. Uno de los servers, atinado y diligente, me cuenta que Deborah lo llamó chori-bao, en un claro ejemplo de su creatividad. Unió dos elementos de dos culturas diferentes: chorizo argentino, pan y vegetales japoneses, logrando un efecto convocante: Sabor y exclusividad.
– Esas son las cositas que vamos agregando, me voy divirtiendo y las pongo primero como platos especiales y cuando veo que funcionan, las pongo en la carta.
¿Por qué decidiste hacer Tigre acá, al lado del rio?
– Porque vivo acá en este barrio, Little River. Literalmente a cinco cuadras, lo cual tiene sus pros y sus contras. El pro es que me queda cerca de casa y la contra es que me queda cerca de casa – sonríe – Cuando pasa algo, falta algo me dicen: “Chef, nos falta tal cosa. Débora, necesitamos tal otra”. A veces no salgo en todo el día de este lugar. Pero me encanta lo que hago. Me encanta, amo mi barrio. Y esta zona me hace acordar al lugar donde nací…
Si, digamos que tiene algo de romántico, de significativo. Y si se quiere de remembranza, que es lo que te conecta con tu ayer
– Totalmente. . esa cosa de nostalgia para mí, personalmente, por ser Tigre, por ser muy parecido al Tigre de mi infancia…

Y la gastronomía y la propuesta estética del lugar también tienen algo de nostálgico, ¿no?
– Si, es como si te dijera que tienen lo justo para mí de familiaridad, de algo agradable que te hace sentir en tu casa, pero con un twist nuevo. Sí, va mucho más allá de la propuesta gastronómica, digamos, discurre de una manera diferente. De hecho, tenemos gente que se ha casado acá. La gente que se había conocido acá, se comprometió acá y se casó acá. Es algo mágico; la gente viene a comer y se queda, se viene a vivir, ¿viste? Lo cual es algo súper lindo. Por suerte tenemos un lugar grande, entonces podemos…
Es enorme, está muy bien utilizada toda la terraza
– Si, y lo que la gente ha logrado en el lugar, es apelar a un profundo sentido de pertenencia ¿no? Guardamos ese espíritu de restaurant de barrio, aunque tenemos un alto grado de sofisticación en el diseño, en la propuesta gastronómica
Y en el hecho de que estás vos…
– Es atendido por sus propios dueños…
Sí (insisto con perspicacia para afirmar lo que la humildad de Deborah parece rechazar), pero el hecho de que “Débora De Corral” esté al frente, genera toda una cuestión en el público argentino y latinoamericano que te conoce desde hace mucho tiempo, sabe que estás acá y viene por eso.
– La verdad es que literalmente estoy acá. Y estoy adelante, como hoy a la noche, porque hoy es un evento especial. Viene Gaby (Álvarez) como cada sábado con su innovación e ideas, somos todos amigos. Pero estoy mucho atrás también. Preparo la comida durante el día. A veces no me ven porque estoy en la cocina. Osea, cuando no me ven, también estoy…
Recordame las diferentes propuestas que día a día van convocando cada vez más a nuevos costumers
– Tenemos diferentes eventos temáticos. Los sábados, por ejemplo, está Boom Boom Saturdays, una noche más que exclusiva coordinada por Gaby Álvarez, es imperdible. Los jueves tenemos una noche muy linda de industria de la música, con música latina y contemporánea. Muchos DJs locales, muchos músicos, una noche súper joven…
O sea que encima tenés espacio de desarrollo artístico...
– No sé si de desarrollo, pero sí de tertulia artística. Lo que siempre quisimos es que fuera un lugar de tertulia y creo que lo logramos. Se arman diferentes moods de acuerdo al tipo de público de cada noche. Los viernes, también tenemos DJs itinerantes. Los fines de semana armamos un partnership con una disquería de acá del barrio, que se llama Technic Records, que vende vinilos. Y vienen unos capos a pasar vinilos; todos los domingos es algo distinto. Por ejemplo, el domingo que viene, será un espacio para New Wave. La otra vez fue Salsa y la gente vino a bailar. Entonces, cada domingo hay DJs distintos; siempre temático, por lo que tratamos de que los tragos también lo sean. Les vamos cambiando los nombres. La pasamos bien. Cualquier empresario gastronómico de corazón, no solo a nivel business, lo va a entender. El disfrute también se transmite, ¿viste?
Claro…
– Lo que nosotros proponemos es un lugar de encuentro, un lugar de disfrute, de la buena comida, de buen vino, de buena conversación…
Deborah se despide, hablamos todo lo concerniente a este éxito creciente. Su sonrisa y su simpatía persisten en escena. Rápidamente, y como dejando una estela; servers, bussers y costumers, reclaman su atención. A todos les sonríe y de todos consigue lo mejor; un feedback necesario para que el equilibrio persista.
Un server se me acerca y me ofrece una copa de vino. Le agradezco diciéndole que no bebo alcohol, pero insiste. Me explica que Deborah confeccionó una excelente carta de vinos (¿por qué no me sorprende?), donde hace hincapié especialmente en las bodegas argentinas. La anfitriona me sonríe cómplice desde el otro lado del salón.
Imposible no brindar a su salud.











